pocket option reviews El partido estaba en la recta final cuando nuestro portero se desvió en un pase largo y la pelota se perdía por banda derecha. Habíamos derrochado una ventaja de varios goles y llegábamos fundidos y empatados. Me dio por ir. Quiero decir que yo jamás hubiera ido a por esa pelota, porque era franca para su defensa. Que jamás hubiera metido la cadera para robársela, y jamás hubiera medido un centro al corazón del área, sin saber si habría alguien de mi equipo.
Pero lo hice, y del punto de penalti emergió la cabeza de un compañero, que nos hizo ganar el partido. De aquella aprendí una lección importante. Como toda lección, sólo se aprende cuando es útil, y por pelear hasta por el último balón, nos habíamos llevado el encuentro. Por supuesto en los choques subsiguientes empecé a luchar por cada balón, y fue en vano. No llegó otro gol milagroso, ni otra oportunidad, y con el paso del tiempo empecé a dosificar, que no es más que la ideología física de los vagos, y volví al escepticismo.
Ni fui mejor ni peor jugador por aquella actitud. De hecho, pocas veces me sirvió el aprendizaje, pero una tarde de otoño de hace catorce años, sí funcionó. Y su recuerdo es tan imborrable, que catorce años después, aún me alegro al recordarlo. La calle está ahí. Es el momento de decidir si queremos pelear por ese balón imposible.